domingo, 30 de noviembre de 2008

ARTE Y POESÍA

MANOS
Contemplo mis manos y las veo vacías,
aleteando en silencio nuevas despedidas,
sumando tristezas, restando alegrías,
dibujando ilusiones que hoy están perdidas.

Al mirarlas veo, en dibujo indeleble
viejas cicatrices que diseñan sueños
que ayer construyeron ilusiones vanas
que se diluyeron y hoy son recuerdos.

Hoy las veo extrañas, reposando inertes
sin el pulso interno que les diera vida,
reflejando en silencio el actual momento
que mi alma sufre ante la partida.

No las reconozco, aún siendo mías.
No encuentro en ellas, el impulso firme
que fuera motor en tantas partidas.
Hoy no me responden, hoy están vacías.

Mónica E. Q.

domingo, 23 de noviembre de 2008

AQUÍ VAMOS.....


LA ÚLTIMA PUERTA


Indefectiblemente, como desde hacía mucho tiempo, sus pasos se dirigían al mismo destino. Un destino del que no podía escapar. Un destino que se repetía una y otra vez, aún a pesar suyo.Frustraciones, desengaños, desesperanzas, eran la consecuencia inevitable de esa rutina sin fin. Pero con un empecinamiento indoblegable, una y otra vez, repitiendo la misma acción, recorría el pasillo sombrío. Lo había hecho tantas veces antes que creía conocer todas y cada una de las sinuosidades e irregularidades del empinado camino. Pero éste siempre lo sorprendía con un nuevo recodo, un escollo desconocido, un atajo. Mientras caminaba su mente desgranaba cada una de las experiencias pasadas. La primera vez, recordó, tenía prisa por llegar. Era tal su certeza de que lo esperaba la dicha, que en su prisa tropezó y cayó al suelo en dos oportunidades. Eso no lo desanimó. Por el contrario, se dijo que las dificultades se le presentaban porque lo que encontraría sería tan hermoso, su plenitud sería tan inmensa, todo tan perfecto, que bien valían la pena esos inconvenientes. Cuando estuvo frente a la puerta que remataba el pasillo y que debía traspasar para encontrar su felicidad, no dudó un instante. Con decisión empuño el pomo de la cerradura y girándolo la abrió totalmente. Con agilidad cruzó el umbral y quedó extasiado. Ante él se extendía un prado inmenso sembrado de blancas margaritas. Una mujer joven y hermosa le sonreía y en ella reconoció a quien lo acompañaría a partir de allí. Tomó su mano y comenzaron a caminar juntos por el verde prado. Caminaron durante un tiempo y la noche se cerró sobre ellos. Un último resplandor le permitió ver una nueva puerta que le cerraba el paso. La mujer la cruzó y antes de que él lo hiciera, ésta se cerró. Inútil fue su esfuerzo por abrirla y tuvo entonces su primer desengaño. Otros muchos intentos se sucedieron. Fueron nuevas puertas que se abrieron, nuevos escenarios que contempló, otras mujeres y otros desengaños por puertas que se cerraron. Éste era su último intento. Lo sabía en forma visceral. Abriría la puerta por última vez. Con mano temblorosa, con temor, pero sabiendo que debía hacerlo, empujó la puerta, la traspuso y con lentitud recorrió el paisaje selvático que lo rodeaba.
Ella estaba a su lado y sintió en ese instante que estaba por fin en casa.


Mónica E. Q.