domingo, 21 de diciembre de 2008

ÚLTIMO CUENTO... DEL 2008

BAJO LA FAROLA

Juan, con gesto nervioso, miró su reloj. Cinco y veinte de la madrugada.Es casi la hora, se dijo. Y apuró el paso pues aún lo separaba un trecho de su lugar de encuentro.
Hacía días que fantaseaba con la idea de dar fin a su apremiante situación, detener la angustia que lo sobrecogía al pensar que debería enfrentar el escarnio y la vergüenza. En un primer momento la idea le pareció descabellada y se asombró hasta de haberlo pensado, pero luego se fue acostumbrando y poco a poco fue tomando forma como llevarlo a cabo.
Pensar cada detalle le hizo experimentar un cierto alivio y aletargó cualquier otro sentimiento que pudiera embargarle.
El lugar de encuentro, esa solitaria esquina frente a la plaza, exactamente bajo la farola.La hora, insólita pero apropiada con el pretexto de que debía tomar un ómnibus para otra ciudad poco después.Las palabras que le diría o las que quizás no diría.El movimiento de su mano al sacar el arma. El instante en que apretaría el gatillo. El asombro dibujado en la cara de su víctima y por último su retirada del lugar.
Todo lo planeó detalladamente y esa tarde lo llamó para hacer la cita, diciéndole que aceptaba pagar la suma de dinero que le exigía a cambio de silencio. Comenzó a explicar el porqué había elegido ese lugar solitario y esa hora tan temprana pero su extorsionador solo dijo, esta bien y colgó el teléfono.
Ya estaba alli. La figura de su víctima se perfilaba bajo la farola iluminada de la esquina envolviéndolo en su círculo de luz… pero algo estaba mal. Una ambulancia, un móvil policial, gente asomada a las ventanas de sus casas y otras personas que rodeaban al ciclista accidentado que yacía inmóvil junto a su bicicleta retorcida. Estaba diseñado un escenario totalmente distinto al imaginado. El caos desatado en la calle que presumía solitaria a esa hora lo desorientó.
Caminó maquinalmente los pasos que lo separaban del encuentro y su mano, sin pensarlo, se perdió bajo su saco y empuñó el arma. Su gesto quedó allí. Su víctima, ahora victimario, fue más rápido. El estruendo del disparo, el ardor en su pecho y en el instante de caer de rodillas la oscuridad que lo rodeó se sucedieron en forma vertiginosa.
La farola apagó su luz y el lugar quedó iluminado solo por la luz giratoria de la ambulancia que lo teñía todo de un triste color azul.

Mónica E. Q.

domingo, 14 de diciembre de 2008

DESEOS

Felices Fiestas

Estamos a punto de cerrar este 2008 y con él dejamos lo que es ya parte de nuestro pasado.
En el balance de los resultados, veremos que fue tiempo de siembra y de cosecha; tiempo de producción y aprendizajes; tiempo de reformulaciones y nuevas metas.
En esta etapa olvidamos un poco las preocupaciones cotidianas, para reavivar el espíritu de solidaridad, de renacer en las buenas acciones, y hacer llegar a nuestros amigos, familiares y conocidos, nuestros mejores deseos.

Que en esta Navidad la Paz y el amor se hagan presentes en tu vida y te llenen con la misma intensidad por siempre y que en el año 2.009 llegues hasta donde siempre has deseado llegar.





Mónica Edith Quiñónez






domingo, 30 de noviembre de 2008

ARTE Y POESÍA

MANOS
Contemplo mis manos y las veo vacías,
aleteando en silencio nuevas despedidas,
sumando tristezas, restando alegrías,
dibujando ilusiones que hoy están perdidas.

Al mirarlas veo, en dibujo indeleble
viejas cicatrices que diseñan sueños
que ayer construyeron ilusiones vanas
que se diluyeron y hoy son recuerdos.

Hoy las veo extrañas, reposando inertes
sin el pulso interno que les diera vida,
reflejando en silencio el actual momento
que mi alma sufre ante la partida.

No las reconozco, aún siendo mías.
No encuentro en ellas, el impulso firme
que fuera motor en tantas partidas.
Hoy no me responden, hoy están vacías.

Mónica E. Q.

domingo, 23 de noviembre de 2008

AQUÍ VAMOS.....


LA ÚLTIMA PUERTA


Indefectiblemente, como desde hacía mucho tiempo, sus pasos se dirigían al mismo destino. Un destino del que no podía escapar. Un destino que se repetía una y otra vez, aún a pesar suyo.Frustraciones, desengaños, desesperanzas, eran la consecuencia inevitable de esa rutina sin fin. Pero con un empecinamiento indoblegable, una y otra vez, repitiendo la misma acción, recorría el pasillo sombrío. Lo había hecho tantas veces antes que creía conocer todas y cada una de las sinuosidades e irregularidades del empinado camino. Pero éste siempre lo sorprendía con un nuevo recodo, un escollo desconocido, un atajo. Mientras caminaba su mente desgranaba cada una de las experiencias pasadas. La primera vez, recordó, tenía prisa por llegar. Era tal su certeza de que lo esperaba la dicha, que en su prisa tropezó y cayó al suelo en dos oportunidades. Eso no lo desanimó. Por el contrario, se dijo que las dificultades se le presentaban porque lo que encontraría sería tan hermoso, su plenitud sería tan inmensa, todo tan perfecto, que bien valían la pena esos inconvenientes. Cuando estuvo frente a la puerta que remataba el pasillo y que debía traspasar para encontrar su felicidad, no dudó un instante. Con decisión empuño el pomo de la cerradura y girándolo la abrió totalmente. Con agilidad cruzó el umbral y quedó extasiado. Ante él se extendía un prado inmenso sembrado de blancas margaritas. Una mujer joven y hermosa le sonreía y en ella reconoció a quien lo acompañaría a partir de allí. Tomó su mano y comenzaron a caminar juntos por el verde prado. Caminaron durante un tiempo y la noche se cerró sobre ellos. Un último resplandor le permitió ver una nueva puerta que le cerraba el paso. La mujer la cruzó y antes de que él lo hiciera, ésta se cerró. Inútil fue su esfuerzo por abrirla y tuvo entonces su primer desengaño. Otros muchos intentos se sucedieron. Fueron nuevas puertas que se abrieron, nuevos escenarios que contempló, otras mujeres y otros desengaños por puertas que se cerraron. Éste era su último intento. Lo sabía en forma visceral. Abriría la puerta por última vez. Con mano temblorosa, con temor, pero sabiendo que debía hacerlo, empujó la puerta, la traspuso y con lentitud recorrió el paisaje selvático que lo rodeaba.
Ella estaba a su lado y sintió en ese instante que estaba por fin en casa.


Mónica E. Q.