jueves, 18 de diciembre de 2014

lunes, 20 de agosto de 2012

domingo, 4 de octubre de 2009

jueves, 2 de abril de 2009

MALVINAS, NUESTRA HERMANA


Hermana del lejano y frio austral,
pedazo de la patria enclavado en el mar,
Testimonias al mundo la esencia inmoral
del imperio infame que te supo robar.


Malvinas, tierra cautiva del pirata invasor,
te llaman con otro nombre, difícil de pronunciar,
pero eres nuestra hermana, la que falta del hogar
y millones de argentinos esperan tu regresar.


Amarillentos papeles y argumentos sin razón
te reclaman como propia, pretenden tu possesión,
pero te sabemos nuestra, por derecho y por pasión
y el tiempo será testigo de la ansiada redención.


Tu suelo, regado en sangre, no nos permite olvidar
a todos los que cayeron por quererte rescatar
y hoy testimonia al mundo desde el brumoso lugar
el coraje de soldados que te supieron honrar.


Como testigos al viento, blancas cruces quedarán,
haciendo presente al mundo que en el lejano lugar
la patria dejó soldados
¡Y no los va a olvidar!


Alfredo Manuel Tartaglia

lunes, 30 de marzo de 2009

domingo, 21 de diciembre de 2008

ÚLTIMO CUENTO... DEL 2008

BAJO LA FAROLA

Juan, con gesto nervioso, miró su reloj. Cinco y veinte de la madrugada.Es casi la hora, se dijo. Y apuró el paso pues aún lo separaba un trecho de su lugar de encuentro.
Hacía días que fantaseaba con la idea de dar fin a su apremiante situación, detener la angustia que lo sobrecogía al pensar que debería enfrentar el escarnio y la vergüenza. En un primer momento la idea le pareció descabellada y se asombró hasta de haberlo pensado, pero luego se fue acostumbrando y poco a poco fue tomando forma como llevarlo a cabo.
Pensar cada detalle le hizo experimentar un cierto alivio y aletargó cualquier otro sentimiento que pudiera embargarle.
El lugar de encuentro, esa solitaria esquina frente a la plaza, exactamente bajo la farola.La hora, insólita pero apropiada con el pretexto de que debía tomar un ómnibus para otra ciudad poco después.Las palabras que le diría o las que quizás no diría.El movimiento de su mano al sacar el arma. El instante en que apretaría el gatillo. El asombro dibujado en la cara de su víctima y por último su retirada del lugar.
Todo lo planeó detalladamente y esa tarde lo llamó para hacer la cita, diciéndole que aceptaba pagar la suma de dinero que le exigía a cambio de silencio. Comenzó a explicar el porqué había elegido ese lugar solitario y esa hora tan temprana pero su extorsionador solo dijo, esta bien y colgó el teléfono.
Ya estaba alli. La figura de su víctima se perfilaba bajo la farola iluminada de la esquina envolviéndolo en su círculo de luz… pero algo estaba mal. Una ambulancia, un móvil policial, gente asomada a las ventanas de sus casas y otras personas que rodeaban al ciclista accidentado que yacía inmóvil junto a su bicicleta retorcida. Estaba diseñado un escenario totalmente distinto al imaginado. El caos desatado en la calle que presumía solitaria a esa hora lo desorientó.
Caminó maquinalmente los pasos que lo separaban del encuentro y su mano, sin pensarlo, se perdió bajo su saco y empuñó el arma. Su gesto quedó allí. Su víctima, ahora victimario, fue más rápido. El estruendo del disparo, el ardor en su pecho y en el instante de caer de rodillas la oscuridad que lo rodeó se sucedieron en forma vertiginosa.
La farola apagó su luz y el lugar quedó iluminado solo por la luz giratoria de la ambulancia que lo teñía todo de un triste color azul.

Mónica E. Q.